Jueves 28 de Marzo de 2024

20/10/2016

Regionales

ANECDOTA

"El día que el Pibe Daneri nos hizo superar la adversidad"

Una interesante anécdota contada por Horacio Estrada Córdoba, cuando eran entrenados por Manuel Daneri en una juvenil de Los Tarcos

Por Horacio Estrada Córdoba

Desempolvando los recuerdos “Usapucas”. Dedicado a los grandes amigos de nuestro club, especialmente a los encargados de forjar el carácter de los jugadores y guiarlos hacia la gloria, Cacho Zelarayán, Ricardo Álvarez, Toni Viola, el Pibe Daneri, Nino Fernández, Cacho Castillo, Juan Carlos López, Cuchi Casadey, entre otros y los tantos anónimos colaboradores que en tácitas tareas, engrandecen nuestra roja pasión, para llegar a ser el club de los sueños.

A veces el paso del tiempo, cubre con su manto, detalles de acontecimientos que fueron importantes en nuestras vidas, recordar es esencialmente volver a vivirlos, eso es actualizar etapas pasadas y de polvo cubiertas, por ello nuestros sentidos aunque a veces nos engañan, nos conducen a momentos inquietantes de nuestra vida, a veces una fragancia, un sonido, quizás un sabor, nos transportan a ese maravilloso mundo del pasado. Recuerdo entre nebulosas un acontecimiento que fue muy importante para mí como para el grupo de personas que compartíamos gustos y sentimientos, en aquel equipo de quinta división y recuerdo cómo no, al artífice o personaje central de la historia que voy a contarles, al haber pasado tanto tiempo y recordarlo, su figura adquiere nuevos tientes.

Por aquel entonces se iniciaba la temporada de rugby y el primer torneo era el campeonato iniciación, un campeonato reducido de tres fechas, en las cuales el ganar el primer partido abría la posibilidad de jugar ya en semifinales.

Por aquel tiempo yo estaba estudiando, cursaba el secundario en la escuela de Comercio Nº 1, ese año recién se iniciaba la temporada rugbystica, por motivos que no recuerdo no había asistido a la pretemporada, al igual que yo algunos compañeros de equipo tampoco se habían hecho presente, los que sí, lo hicieron, disputaron el primer partido y aún con poca gente se encontraron en las semifinales por haber ganado, entonces por la ausencia de muchos compañeros se encontraban disminuidos, por lo que empezaron a buscar al resto de equipo.

Recuerdo, alguien me llamó por teléfono y me invito a que fuera por el club, ya que necesitaban de la presencia de todos, esa semana volvimos casi todos, en masa y entrenamos, ese sábado ganamos el segundo partido y por tanto estábamos a las puertas de la gloria o del infierno, según la óptica que se tenga. Alguien preguntaría, por qué?, bueno, lo que ocurría que el otro finalista era Tucumán Rugby, esta quinta división, había logrado conformar un equipo homogéneo, con grandes figuras, todos ellos muy dúctiles en el manejo del balón, jugaban tan bien que les llamaban a ellos, como genéricamente le llaman a Tucumán Rugby, “Los ingleses”, por el juego de manos. Grandes figuras adornaban aquel plantel, José Ricardo Cossío, Ricardo Sauce, Raúl Gramajo, Yayo de la Vega, Horacio Poviña, Fabian Landa, Nicolas Avellaneda, De la Serna y mi gran amigo verdinegro, Javier Lezana Mendilarzu entre otros.

Nosotros a nivel nombres no teníamos malos jugadores, pero para ser honestos, formábamos una banda en comparación con ellos. Aunque sabíamos a lo que nos enfrentábamos, no teníamos temor de ello, ahora me parece que lejos de ser serios, también éramos irresponsables. El sábado nos entrenamos con vistas al partido que se jugaría al día siguiente, en su campo de Marcos Paz, en horario matutino.

Hablaba anteriormente de los sentidos, puesto que cuando terminamos el entrenamiento, formamos una gran rueda en torno a nuestro entrenador, El Pibe Daneri y mientras hablaba, el aroma de la hierba inundaba el aire con su fragancia y aún ahora, a pesar de los años, cuando respiro el aroma de la hierba, en esas tardecitas otoñales de Tucumán, no puedo sino, volver en el tiempo y situarme en aquel momento, en la vieja cancha de Los Tarcos, en los terrenos contiguos a los predios de la sociedad rural de Tucumán, estando separados de esta por una zanja, una tela metálica y sobre todo una espesa línea de robustos y frondosos árboles, tipas, lapachos, tarcos, ceibos, sauces y lo galante de los arbustos en flor, en medio de este idílico escenario, mis compañeros, los verdaderos hermanos que jamás tuve y yo.

Al comenzar lo que sería la charla técnica, nos sorprendimos, pues formó el equipo, dio los nombres de los que jugarían y poco más, antes que preguntáramos algo el “Pibe Daneri”,(como cariñosamente lo llamábamos) nos dijo que no nos sorprendiéramos, si no daba más detalles del partido, pero lo que si quería comentarnos, era el encuentro que había tenido con el “Viejo” Harrington, (entrenador de Tucumán Rugby) en su negocio de ”Don´t Mocasines” y la charla que devino de ese encuentro. Pasó a contarnos que Harrington, le había confiado a él que tenían preparado el servicio de lunch, trofeos para todos y cada uno de sus jugadores, como así también las medallas, la verdad todo esto, no resultaba lógico, o sea la charla, pues nuestros rostros tenían un gran signo de interrogación, nos habló de la bebida que habían comprado para la gran fiesta, entonces surgió la pregunta desde un punto cualquiera del circulo “¿se puede saber, qué es lo que festejan?”, a lo que El Pibe nos contestó con otra pregunta, “¿cómo, no saben lo que festejan?”, “Bueno yo se los diré, están, tan seguros de ganar el partido, por como ellos vienen jugando, aparte el solo pensar que ustedes son una banda y por otros motivos, argumentan que únicamente un milagro puede hacer que ellos pierdan”, después de las palabras del Pibe, un sentimiento de estupor y rabia se apoderó de nosotros, abochornados y avergonzados, nos invadió un sentimiento ambivalente que de la impotencia pasó a la ira, recuerdo, casi todos nosotros, cortábamos el pasto con nuestras manos y todos con el seño fruncido, apretábamos los dientes, antes de dar por terminado la charla, nos dijo que nosotros mismos deberíamos ver, si podíamos cambiar el curso de los acontecimientos que aunque malo él panorama, era la realidad y nos dijo también que a pesar de que estábamos perdidos, debíamos presentarnos a la cita, por una cuestión de respeto, como si alguno de nosotros hubiera dudado en presentarnos, éramos poco fiables, pero valientes, bueno, también un poco irresponsables, y ahora más que nunca queríamos jugar ese partido, lo que sí, teníamos herido nuestro orgullo y nos hizo aflorar nuestra fibra, despertando ese gran corazón y todo el amor por la divisa de este glorioso club. Nos saludó y dio por terminado el entrenamiento, no recuerdo que nosotros saludáramos, estábamos perplejos, nos fuimos al vestuario, con una rabia contenida y heridos en lo más profundo de nuestro ser.

En las duchas, algunos comentarios e improperios se escuchaban, recordamos, aún sin conocerla y en varias oportunidades, a la madre del entrenador verdinegro y la afrenta que a nosotros iba destinada. Ese día era sábado y como tal, por nuestra condición de estudiantes, algunas fiestas nos esperaban, cumpleaños de quince etc. Ese día cumplimentamos un pacto, nos comprometimos a no salir y si lo hacíamos, debíamos de volver temprano, pues debíamos lavar la afrenta. Así lo hicimos.

El domingo nos encontró a todos, muy temprano, en el vestuario de Tucumán Rugby, concentrados en el partido y dispuestos a restablecer nuestro honor, pocas palabras y mucha concentración, en el ambiente el olor a aceite verde y bálsamo impregnaba todo, calentamos como siempre, por el exceso de gravedad y lo adusto de nuestros rostros, alguien podría haber argumentado que íbamos a la guerra.

El árbitro se hizo presente, sonó el silbato llamando a los contendores al campo, nos demoramos, pues la arenga nos la dio nuestro capitán y era tan loca, como la locura que tenía el mismo, a quién llamábamos el “loco”. En el cancha ya, de nuestra parte, no se escuchaba hablar a nadie que no fuera nuestro capitán y todo iba dirigido a la concentración del fin perseguido, volvió a llamar el árbitro y reunió los dos capitanes en el centro del perímetro de juego, una moneda se elevó, recuerdo, parecía no tener gravedad, interminables fragmentos de tiempo, hasta que cayó, la posesión del campo, la habían ganado ellos, nosotros debíamos salir de mitad de campo, todo era tensión, cuando el árbitro dio la orden de salir, todos estábamos delante del pateador, con lo que dio la oportunidad de patear nuevamente, sonó nuevamente el silbato, el balón se elevó, todos salimos más rápidos que un disparo, parecía que la pelota se negaba a la fuerza gravitatoria y no descendía, los fowards, llegaron con fuerza y convicción, fue una escena confusa que dejó por lo menos tres jugadores de Tucumán rugby en el suelo, así se sucedió a lo largo del partido, cada vez que una pelota se elevaba, luego llegaron los tantos nuestros, el partido aunque fue muy disputado, nunca cambio de dueño, nos mantuvimos delante del marcador hasta el final en que sobrevino la algarabía, como no, si éramos campeones, pues le ganamos al dream team de la división, nos saludamos entre nosotros y a los rivales y en los vestuarios ya, dimos rienda suelta a nuestra alegría, con todo tipo de cánticos, en algunos hacíamos alusión a las medallas y al uso que desde ahora podrían darle, antes de que cantáramos más sobre este tema, nuestro entrenador vino a felicitarnos y en medio de tanta alegría, nos hizo una confesión, bastante indecorosa, lo de las medallas y todo lo que versó alrededor de la charla con el Viejo Harrington, había sido un mentirilla piadosa, para que nos hiciéramos fuertes en la adversidad. Nuestros espíritus habían divagado dentro del espectro de la desazón y la incertidumbre, anclándose en la ira que da la injusticia, hasta pasar al júbilo total, todo en poco menos de cuarenta y ocho horas, a partir de ese momento nada sería igual, pues nosotros sabíamos ahora, más que nunca que por difícil y escabroso que sea nuestro camino, siempre es bueno aventurarse en el, transitar las sendas que llevan a la gloria, aunque en ello dejemos un poco el corazón y parte de nuestra tan preciada juventud.

Por tanto, recordar las vivencias, nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos y a la par que gratas, las remembranzas, nos enseñan como en este caso lo fuerte que podemos llegar a ser, aun cuando en frente tengamos al más encumbrado rival.


Recomienda esta nota: