Martes 19 de Marzo de 2024

20/01/2020

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OPINION

El Rugby y la violencia

Por Sebastián Perasso, de Rugby Didáctico

Por Sebastián Perasso, de Rugby Didáctico


Los acontecimientos públicos acaecidos en los últimos días en torno a la violencia en el que están involucrados jugadores de rugby invitan a una profunda reflexión. En primer lugar, como integrantes de la familia del rugby va toda nuestra solidaridad para con la familia del joven fallecido. Con la tristeza y la sensibilidad todavía a flor de piel me animo a esgrimir algunas reflexiones.

En los tiempos actuales estamos atravesados por desafíos inmediatos que nadie (o casi nadie) quiere abordar con la seriedad y determinación que corresponden. Hay una problemática compleja dentro de la sociedad actual que envuelve a la generación de adolescentes y jóvenes donde la violencia física y verbal, los excesos (alcohol y drogas) y la falta de reglas y límites dicen presente con enorme fuerza.

Nuestro juego, como histórica usina de valores, es posible que también se deba una autocrítica para frenar de raíz muchos de esos excesos. Pero siempre sabiendo que el rugby junto con otros actores (clubes, colegio, universidad, estado, etc) será siempre un complemento de la educación cuya base, cimientos y pilares se gestan y desarrollan en el seno familiar.

Así como el que va al colegio tiene una oportunidad para tener mayores conocimientos y más sabiduría, del mismo modo, el que juega al rugby tiene una oportunidad para ser mejor, es decir una chance de templar su carácter, de controlar sus impulsos, de ser solidario, de ser generoso, de ser respetuoso, de trabajar en equipo...Y no porque lo mencione a título personal sino porque el rugby es un juego que a lo largo de casi 200 años ha expandido sus virtudes humanas por entre millones de personas en cientos de países. Por supuesto que esa herramienta valiosa que es el rugby no es obligatoriamente y como por arte de magia la solución a los problemas del mundo y de los adolescentes en particular.

El Negro Iglesias, gran entrenador y hombre de rugby, decía décadas atrás que "el rugby es un deporte formidable pero que si no es correctamente transmitido sus bondades formativas no trascienden". Ello significa que el rugby como vehículo o herramienta puede ser bien o mal utilizado. En pocas palabras, refiere que si alguno de sus actores no honra el rugby y su espíritu, no será nuestro juego el responsable de su atropello sino de aquel que no ha entendido cabalmente de que se trata nuestra disciplina como estilo de vida. En rigor, el rugby nunca puede ser culpable porque siempre desde su esencia formativa estará del lado de la solución y no del problema. En todo caso, deberemos hacer un mea culpa quienes estamos involucrados como actores principales (jugadores, entrenadores, etc) en la enseñanza, transmisión y ejecución de sus valores. No obstante lo antedicho, puedo dar fe que existe infinidad de gestos nobles y conductas valiosas contra algunas manchas que tienden a tirar por la borda todo lo bueno.

Aquellos que cometieron un acto tan cruel como quitarle la vida a otro mediante la acción de la violencia no lo cometieron por ser rugbiers (o jugadores de rugby) sino a pesar de ser rugbiers. Es decir que el deporte que practican y su educación implícita no alcanzaron ni fueron suficientes para que sus actitudes más bajas no afloren.

No sostengo que el rugby y todo lo que lo rodea sea inmaculado. En absoluto, porque sería faltar a la verdad. Pero también es cierto que sus valores no son acciones huecas o discursos vacíos. En una comunidad que ha denostado la figura de la autoridad, el rugby mantiene saludables niveles de tolerancia y respeto hacia quienes la ejercen. En una sociedad que desprecia el trabajo duro, el rugby te enseña a esforzarte y a forjar el carácter en la adversidad. En un mundo que predica la salvación individual, el rugby te invita a trabajar en equipo y a dejar a un lado egoísmos personales…

Me animo a decir que el rugby es hoy un oasis dentro de la sociedad, pero sigue perteneciendo a ella. En el mar de disvalores y desapego a la autoridad a las normas en la que se ha convertido nuestra comunidad resulta imposible que algunas olas no nos salpiquen. No todo es inmaculado y, como dije, posiblemente nos debamos una profunda autocrítica.

En fin, el rugby nunca puede ser el problema sino necesariamente parte de la solución. Más allá de nuestros deseos, estos acontecimientos posiblemente se sucederán en el futuro (con o sin la presencia de rugbiers). En cualquier caso, la violencia no se generará por el rugby sino a pesar de los esfuerzos e intentos del rugby por tratar de evitarlos.


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