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DISCIPLINA
Los nuevos “valores” del rugby
Las pésimas modalidades de hoy
Lo que viene ocurriendo hace bastante tiempo a la hora de los festejos por anotaciones, tries o por un scrum que domina al otro ,cánticos (muchos denigrantes y discriminados) y reclamos, no son para nada sanos para el rugby. Cada fin de semana y en cada club, hay expresiones que merecen ser modificadas. Que generan efervescencia innecesarias y muchas veces llegan a expresiones de violencia ¡Si! Violencia. Sin la necesidad de golpear. La violencia muchas veces es mental. No habla y si gesticula. No grita, pero si calla y se hace la desatendida.
Es literalmente pésimo, y por sobre todo, pobre, tantos valores, ver las conductas de algunos protagonistas, asistentes y parte del público, en un deporte que en la última década está más en la mira de la crítica por lo que sucede fuera de una cancha, que de lo que acontece dentro de la misma.
Es inadecuado hacer silencio en este momento . El mea culpa debe ser general. Sin mirar la para en el ojo ajeno. Siempre comenzando por limpiar la propia casa y acomodar las piezas. Es potable y necesario, sancionar, por que así es la única forma de erradicar la violencia. Es la única manera de marcar un precedente. De crecer. De cortar de raíz mala raíz que lo pudre todo.
La identidad y el camino
Es sabido que un jugador/a, o integrante de un club cual fuere la función que ocupa, pierde su apellido para pasar a ser de su institución. Trasciende su identidad, para dejar de ser de alguien (su apellido familiar) para pasar a ocupar un lugar de privilegio en una institución que debe tener sí o sí premios y castigos. Institución que le debe marcar el camino de pertenecía y permanencia. Todo bajo un estricto orden y lejos de la impunidad o las preferencias.
A REFLEXIONAR. El rugby no debe desviarse de los valores con los que se forjo.
Interrogantes
Es clave citar en este caso al ex puma del SIC, Tomás Petersen: “El rugby me ayudó a sentirme alguien y a la vez, me dio la pauta para no sentirme demasiado”. Allí surge el aprendizaje, la humildad y la sumisión a un juego, a un club, a su historia y por sobre todo al respeto a uno mismo. Allí surgen las preguntas a los jugadores que participan hoy en cánticos, peleas, chicanas y otras yerbas:
¿De dónde sacaron que al rival se le grita o se le hace burla riéndose en la cara cuando anotaron un try o fueron superiores en un scrum o propinaron un buen tackle? ¿Quién se los enseñó?
¿Qué modalidad es esa que hoy recorre las canchas de todo el mundo y en Argentina también es moneda corriente, generando violencia? ¿Quiénes fueron los pioneros de tamañas bajezas que muchos adoptan hoy?
¿Quiénes son ustedes señores jugadores para arruinar un trabajo de años, para faltarle el respeto a sus colores, a su escudos, a sus pares, a sus rivales, a los árbitros, al público y a ustedes mismos?
¿Acaso no saben qué ni uno, ni todos, son más importantes que un club?
¿Cómo le explican a los padres que aún no saben a dónde llevar a sus hijos a practicar algún deporte que el rugby es el juego indicado si brindaron un bochorno?
¿Sus padres los agitan, fomentan o avalan en la violencia justamente el deporte que los dejan elegir?
¿Qué van a explicar luego de semejantes imágenes de violencia, con parte del público y asistentes involucrados, mientras ustedes buscaban seguir a las trompadas en forma desleal?
¿Por qué no evitan una gresca y otras miserias, si el termómetro del autocontrol lo manejan ustedes, señores jugadores?
¿Con qué caras se sientan en el tercer tiempo luego de elegir golpearse, burlarse o insultarse?
¿Acaso no saben que no hay mayor dignidad en el deporte que sea, que extender la mano al rival vencido y brindarle un respetuoso silencio en su dolor?
El combo de un todo
No existe un club, un deporte, un formador que en su sano juicio, fomente, enseñe y avale esta expresión. No cabe en ningún pensamiento justo, que lo sucedido no merece una sanción que les marque la cancha a los que participen de grescas y a los que aún no participaron de una y creen que siempre hay justificación hacerlo. Pelearse o insultar siempre es una elección, por más que se crea que es una opción.
En el mismo grado de importancia el público debe colaborar no siendo parte de cualquier incidente donde protagonista sea un jugador. El público sano sólo mira y alienta. El público no mete un tackle, no empuja un scrum, no llega al try y mucho menos insulta. Igual para los asistentes.
En igual escalafón deben estar los árbitros, acordes a un juego que los exige y por sobre todo que ellos pueden regular en parte, desde sus sanciones, siempre estando a la altura física y mental. Siempre siendo un equipo y no una expresión individual donde el primer juez se lleva todo puesto en sus espaldas no delegando. Muchos de ellos, presos del entorno, de van por las ramas, se desequilibran y pierden el norte. Varios, lamentablemente, terminan siendo protagonistas. Y se equivocan, por que son humanos; viscerales y si creen que son dueños de la absoluta verdad, están errados. Perdidos.
Hacerse cargo
Hoy, no mirar para el costado y hacerse los desentendidos, poniendo la cara en este caso, es la única salida para crecer. Porque desde los errores se aprende y es de valientes hacerse cargo, y de inteligentes mucho más trabajar diariamente para evitarlos.
Con denuncias formales, sanciones ejemplares, sin la pésima expresión del grande que pisa al más chico y no lo deja crecer, el rugby dejará de estar en boca de crítica que lo vaya destruyendo.
Es hoy. Mañana puede ser natural y ahí serán los lamentos.
No hay que mentirse más.