Regionales
RUGBY CHAMPIONSHIP
Esa vieja costumbre tucumana
Por Patricio Guzmán
La foto de nuestro colaborador fotográfico Christian Más es el disparador para escribir de algo que es una tradición. En esa placa se abraza todo el rugby del “Jardín de la República”, cuando las humanidades de Tomás Albornoz, Thomás Gallo, Mateo Carreras y Gonzalo García, posan, sonríen luego de ser parte de la historia, de un presente feliz y un futuro que les guiña el ojo. No tan solo por la situación de haberle ganado a los mismísimos Springboks, en la “Madre de Cuidades”, además por la vidriera que representan para los rugbistas de la provincia.
EMBAJADORES. Tomás Albornoz, Thomas Gallo, Mateo Carreras y Gonzalo García, los cuatro tucumanos presentes en la gran victoria de Los Pumas sobre Sudáfrica. FOTO: Christian Mas
Dentro de la representatividad que tienen estos Pumas nacidos y formados en Tucumán, hay una historia y un ADN que comenzó a materializarse en 1976 cuando el tercera línea Julio Bach (Tucumán Rugby Club) se convertía en el primer tucumano en vestir la camiseta de Los Pumas. Luego vinieron más, con el “Tumba” Luis Molina siendo el primer “tucu” mundialista en 1987. Luego otra tanda más, donde la tonada, el fuego y el juego, dijo presente siempre. Una costumbre que sigue hasta hoy y promete no detenerse.
La clave de estas presencias de créditos de la tierra donde se declaró la independencia es la pasión de sus clubes; el empuje y el fanatismo. Es un trabajo de base. De formadores y de los que año a año fueron “picando la piedra” de un molde que tiene una marca registrada en cada jugador tucumano que se viste de celeste y blanco.
Más allá de los logros individuales de cada jugador por llegar, jugar y mantenerse, hay un rugby de base por cuidar. Una industria sin chimeneas donde pulir deportistas de rugby, va acompañado por la realidad de formar personas que convergen en entidades deportivas más allá de los colores y los honores. Seres que cuando dejen de jugar no dejen de ser útiles para la sociedad toda.
Que esa vieja costumbre tucumana de ser parte de la gran historia del rugby no se corte. Ese es otro gran patrimonio por cuidar. Un orgullo, y un sentir de pertenecía incomparable.